Me he atrevido a utilizar el término amar, a pesar de que éste haya caído en desuso y desprestigio y a riesgo de espantar a todo potencial lector. Y es que parece que nos han hecho asociar el amor con algo meloso, empalagoso. Otros lo ven como ingenuo o insustancial, llegando muchos a desconfiar de su existencia o al menos de su permanencia más allá de los periodos breves de enamoramiento inicial.
El amor, como bien sabe usted, no es nada de eso. El amor es admiración, respeto y también entrega, sacrificio, genuino interés por el otro. El amor conlleva un disfrute sin restricción ante el bienestar del ser amado y un sufrimiento amargo por verlo penar.
Llama la atención que, siendo la fuente más poderosa de acción humana, superior a cualquier otra motivación posible, capaz de llevar al sujeto a las mayores proezas y heroísmos, haya quedado desacreditado hasta el punto de verse como una emoción inútil y almibarada: ¿por qué será?
Para identificar mejor al amor, pueda servir señalar a su contrario, así como a sus sustitutos. En este sentido, merece la pena citar a George B. Shaw cuando dijo «el peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad». Coincido en que la indiferencia total puede llevar a ver al otro ser humano literalmente como un objeto, una cosa y por tanto las acciones contra este puedan incluso ser peores, más crueles y despiadadas que las propiciadas por un odio atroz. En el odio al menos persiste un vínculo con el otro en cuanto a ser humano. Si lo odiamos es porque lo vemos como un igual.
Pero no son estos extremos los que me interesan en el texto de hoy, sino los sustitutos del amor. Esos que rigen cada vez más relaciones humanas, ya sea de pareja, familiares o de amistad. Es en este campo donde creo que el lector pueda encontrar mayor utilidad, porque son alternativas al amor que permiten la persistencia de la relación, la mantienen y, sin embargo, evitan que la persona pueda encontrar y desarrollar esas mismas relaciones (u otras) basadas en el amor. Es decir, uno queda atrapado en esos sustitutos y no es fácil salir.
Amor correspondido
Si bien hay virtualmente infinitas formas de encontrarse en pareja, podemos identificar grosso modo dos grandes ejes motivacionales en su creación y mantenimiento: por supuesto por un lado el amor, pero por otro la utilización. No estamos comparando cerebro con corazón, afecto frente a lógica, razón frente a emoción. Lo que comparamos aquí es el uso instrumental del otro para fines de interés egoísta frente al compromiso genuino y altruista por el bienestar de quien amamos porque se desea verlo feliz.
Puede argüirse que, en general, ambos ejes motivacionales estarán presentes en mayor o menor medida en todas las relaciones de pareja o de amistad pero, a mi juicio, esto no es tanto así. Tras casi quince años de ejercicio clínico de la psiquiatría, he tenido la oportunidad de observar, gracias a escuchar las historias personales y biográficas de los pacientes, que existen principalmente dos tipos de vínculos humanos. Ya sea en la intimidad de la pareja, entre familiares o en relaciones de amistad encontramos aquellas relaciones que están gobernadas y sostenidas por amor mutuo en contraposición con aquellas que lo están, primordialmente, por una recíproca utilización.
El amor no precisa ser incondicional, pero sí correspondido.
Entiéndame usted que el amor al que me refiero no precisa ser incondicional. Pudiera serlo quizá en algunos casos de amor paterno-filial, pero el amor al que me refiero, el que se da desde luego siempre en la pareja y en la amistad, exige ser correspondido. Y entre padres e hijos, con matices, esto pasa de forma igual. Cuando se ama al otro, se espera que a uno lo amen. Y si no se percibe que esto es así, la relación queda amenazada, muchas veces de muerte. Mi consejo es desde luego que, si usted no siente correspondencia, estudie e indague el por qué.
Salvando esta lógica correspondencia, el amor es esencialmente altruista. No pide nada a cambio. No espera otra cosa que el amor recíproco, pero ¡ojo!, nada menos a su vez.
Relación por interés
Empero, en las relaciones basadas en la utilización encontramos dos individuos que detectan el potencial o la confirmación de un aprovechamiento mutuo a través de su relación. Aunque raro es que reconozcan este hecho, se van a relacionar porque llevan a cabo (mediante un intercambio de bienes y servicios) una relación de mutuo interés, una relación instrumental. Quiere decir esto que el interés por el otro persiste en tanto en cuanto se nos proporciona algo que es de provecho y utilidad: dinero, compañía, prestigio social, entretenimiento, placer físico o sexual, seguridad, apariencia de normalidad, permiso o medios para la emancipación del hogar paterno, prole, sensación relativa de superioridad, alguien con quien satisfacer necesidades psicológicas de naturaleza dependiente, sádica, masoquista, culposa, narcisista o una combinación cualquiera de todo lo anterior, que es normalmente lo más común.
"El hedonismo y el individualismo que caracterizan la sociedad actual promueven las relaciones basadas en interés, no en amor"
Lo determinante aquí es la condición instrumental de la relación que dispone a ambos sujetos a intercambiar unas veces unos bienes y servicios, otras veces otros. Por supuesto que se permiten múltiples variaciones de trueque, así como combinaciones de intercambio que no exigen para nada una permuta idéntica dentro de la relación. Uno puede aportar dinero y el otro otorgar prestigio social. Conferir uno entretenimiento y compañía, mientras el otro puede satisfacer necesidades básicas como la limpieza o la alimentación.
Ayuda psiquiátrica
El hedonismo y el individualismo que caracterizan la sociedad actual promueven las relaciones basadas en interés, no en amor. Evítese en lo posible caer en estas relaciones, alimentarlas o dejarlas prosperar. Sacará muy poco de ellas en comparación con el inmenso potencial de ayuda, la inigualable gratificación y la satisfactoria placidez moral de las relaciones que se establecen, crecen y evolucionan fundadas en amor.
Es libre usted de elegir qué tipo de relaciones desea construir. Sepa que puede ser muy útil o hasta necesario pedir ayuda a allegados de confianza o a un profesional si cree que tropieza demasiado, fracasa o se siente confuso en sus esfuerzos por hacer prosperar relaciones de amor. Algunas personas, en particular si hay ciertos rasgos o trastornos de la personalidad, hallarán mayores dificultades para vincularse con amor. Sin embargo, son enormes los beneficios potenciales de mejorar su forma de vincularse a los demás. En muchos de estos casos, se precisará de la ayuda psicoterapéutica de un profesional, así como de grandes dosis de paciencia, cierto tiempo y un claro denuedo por cambiar.